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No me quiero arrepentir...

No me quiero arrepentir de momentos no vividos, de palabras no dichas, de viajes no realizados, de riesgos no tomados. No me quiero arrepentir de no haber caminado por la lluvia esa tarde de verano cuando parecƭa que el cielo se nos caƭa encima, ni de aquella maƱana cuando me hice el enfermo para quedarme en casa tan solo porque estabas vos, ni de las noches oscuras, silenciosas, y peligrosas, que muchas veces nos siguen.
El peor de los arrepentimientos me parece que tiene que ver inevitablemente con lo que no hicimos, con los silencios, con las huidas, con el hacernos los distraĆ­dos, con mirar a la derecha cuando toda nuestra vida pasaba por la izquierda.
Creo que como tantos tengo una larga lista de arrepentimientos de lo no hecho. Desde los mas tontos como no animarme a bailar con una chica en mi primera fiesta de 15 hasta largos dƭas de encierro soƱando con algo mejor que nunca iba a llegar si seguƭa esperando. Sin embargo hoy hablaba con Matƭas justamente de esto. Le decƭa que si tengo que buscar alguna caracterƭstica mƭa que me guste esa era justamente la de poner la cabeza. La de arriesgar. O, mejor expuesto, la de poner la cabeza donde estaba seguro que me la iban a cortar. Lo hago solo para bancƔrmela una vez mƔs. Solo para que peguen, lastimen, hagan doler, dejen cicatriz. Solo para demostrarme, una vez mƔs, que puedo salir de eso. Con mil rasguƱos pero salgo y si en la otra esquina hay lƭo de nuevo, cuenten conmigo siempre y cuando me aseguren que tengo grandes chances de perder. Lo hago para arrepentirme de lo hecho y no de lo que evitƩ por miedo a las consecuencias.
No sĆ© por quĆ© camino voy. Tampoco sĆ© si la velocidad que llevo es la correcta. Lo que tengo en claro es que esta versiĆ³n me gusta mas que las anteriores. Que no cambiarĆ­a nada del pasado porque una sola variaciĆ³n harĆ­a un presente distinto y este, a pesar de lo malo, es un bueno.
Siempre dije que me gustan las ciudades grandes. Lo dije y lo sostengo. Creo que desde aquella primera vez en Buenos Aires en 1986 hasta hoy no ha cambiado mucho la sensaciĆ³n de satisfacciĆ³n que me provoca un lugar grande, inmenso, en el cual pasar desapercibido para tanta gente. Soy un bicho de ciudad o al menos me siento mas cĆ³modo entre en el cemento hĆŗmedo de un hĆ”bitat grande. TenĆ©s la posibilidad de estar cerca de los Ćŗltimos estrenos de cine, las temporadas de teatros, recitales, museos, feria del libro, festivales de cines, rodeados de kioscos que permanecen abiertos las 24hs, la cancha…
Son todas cosas de las cuales no quisiera desprenderme. Sin embargo falta algo y cuando ese “algo” aparece empezĆ”s a replantearte todo. Y me di cuenta que rara vez voy al cine (me bajo las pelĆ­culas de taringa), al teatro, voy a uno o dos recitales por aƱo y para hacerlo no es necesario vivir en la gran ciudad, no recuerdo cual fue el Ćŗltimo museo que pisĆ©, ni conocĆ­ la feria del libro desde que la hacen en el hotel provincial, a los kioscos trato de ir antes de las 11 de la noche porque despuĆ©s me da fiaca bajar, y me conformo con escuchar a Sporting por internet y ver a Racing por Canal 7…
Entonces en esos momentos es en los cuales me pregunto que me ata a esta gran ciudad si ni siquiera el trabajo me da ese mĆ­nimo indispensable de satisfacciĆ³n como para sostener algo que no puedo explicar con palabras coherentes y creĆ­bles. Y es en ese instante, en este, en el actual, en el cual me doy cuenta que cambiĆ³ todo eso por un segundo con vos…
Me cansĆ© de no jugar por miedo a perder. Porque al fin de cuentas pierdo igual. Y mirĆ” si no? MirĆ” si gano. MirĆ” si ganamos…

1 comentario

AnĆ³nimo dijo...

MirĆ” si ganamos... te quiero
Vir