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Todo pasó un 23 de Julio

Todo pasó un 23 de Julio. Era un día como hoy pero hace varios años atrás. Digo que era como hoy porque así lo marca el calendario, y hasta incluso quizás el clima, el viento que tiene algo de aquel. Incluso quizás haya sido a esta misma hora aunque eso no podría asegurarlo. En realidad tampoco podría asegurar que todo haya sido en un día como hoy. Me refiero a que quizás no era 23, era 5; o quizás no era Julio, sino Febrero. No lo sé. No importa. Pero todo pasó en un día como hoy.
¿Alguna vez hicieron una lista de las cosas que querían lograr? Me refiero a una lista similar a la de compras de un supermercado pero con pretensiones mucho mas ambiciosas que ellas. Y seguramente mucho mas difícil de conseguir. Me refiero a que no se venden en ningún lado, son como productos artesanales que solo cumplen el requisito de ser lo que añoramos si lo construimos nosotros.
¿Alguna vez hicieron una lista de las cosas que ya no quieren hacer? Una especie de lista negra que al igual que la anterior nos cuesta tachar. En la anterior, la de los pro, nos cuesta usar la lapicera de forma horizontal porque eso significaría haber logrado algo, y si bien en el camino muchas veces logramos ese algo no nos animamos a tacharlas porque es muy probable que vuelva a suceder. Porque todo vuelve: “lo bueno y lo malo” decía mi abuela.
¿Alguna vez intentaron estar en la cabeza de alguien? ¿Pudieron realmente sentir como siente el otro, pensar una situación "x" pero con las mismas cargas que siente la otra persona? Si me dicen que sí no les creo. Si me dicen que lo intentaron, les empiezo a creer un poco mas. Hay veces en las cuales el otro hace cosas que uno no entiende. Y repite, incluso hasta en voz alta como si eso significara algo, un enérgico “mirá que lo pienso y me pongo en su lugar y no puedo entender por qué “x” y por qué “y”? Yo también muchas veces tomé ese lugar y muchas veces, por error, hoy me doy cuenta que por error, juzgué y con ese resultado me acerqué o alejé de alguien. Por error.
Me refiero a que me puedo acercar mucho al estado de una persona y el por qué de sus decisiones y de sus actos. Me puedo incluso parar en las mismas huellas. Puedo pesar lo mismo en kilos y hasta puedo tener su altura y gastar el mismo aire al respirar, pero eso solo me deja a poca distancia de ella. No me deja en el mismo lugar. Hay factores, de los mas chiquitos y tontos, al menos para nosotros, que no me ponen en el punto justo. Por suerte hasta los mas parecidos siguen siendo lo mas distintos. Por suerte está siempre ese 0,01% del genoma humano que es único e irrepetible y nos hace ser lo que somos y no otros.
Por suerte solo existen recetas de cocina o pasos que nos explican cómo subir una escalera, pero no hay receta que nos lleve al mismo lugar, que nos haga hacer siempre lo correcto, incluso siendo el mismo cocinero. Está ese “principio de incertidumbre” que planteó alguna vez un matemático y que escuché nombrar por primera vez en la boca de Ismael Serrano que nos modifica todo. Que hace ilógico a lo más lógico, que crea incertidumbre hasta en la ciencia mas exacta.
Entonces si no siempre 2+2=4 ¿Por qué deberíamos quejarnos y tomar como frustración el que nuestros mismos actos nos lleven siempre a lugares distintos? ¿Por qué no aceptar que si un camino fue bueno lo fue para esa vez, para esa oportunidad, en ese tiempo, en ese espacio, con ese peso y esa altura; y no para el resto de las cosas? ¿Por qué no tomar como un hecho que la única forma que existe es autodescubrirnos a cada paso y refundarnos cuando sentimos que no damos mas?
También pensaba en por qué esperar a ese “no damos más”. ¿Por qué no nos sirven las marcas anteriores? ¿Por qué ir a comprar un pantalón nuevo cuando se nos rompió el que teníamos y no hacerlo cuando se empezó a gastar o se manchó con gotitas de lavandina? ¿Por qué, y no sirve “porque no tengo plata” como respuesta, esperemos hasta ese último momento en el cual sentimos que estamos en el fondo para tratar de subir? Hace muchos cuando aprendía a nadar en una pileta de mi ciudad me alejé mucho del borde y no me di cuenta que había pasado la mitad de la pileta, me cansé y paré. Claro! No hacía pie y me hundía, y en ese momento de desesperación nunca se me pasó por la cabeza esperar bajar para tocar el piso y subir. No me parecía lógico y no me lo parece hoy. Empecé a tirar manotazos y logré llegar al borde la pileta y sostenerme. Si hubiese bajado el fondo me hubiese quedado muy al costado y lejos del borde. ¿Por qué en el resto de las cosas siempre tomamos bien el “toqué fondo”? ¿Por qué no nos damos cuenta que si sentimos que en el camino estamos bajando entonces ese, y no otro, es el momento para tratar de subir y dejar de perder cosas?
Muchas veces dije que Felicidad empieza con Fe, con Fe de Erratas porque no existe. Incluso durante un tiempo pensé que la Fe era de Fernanda. Hoy sigo dudando o buscando palabras en el diccionario que empiecen con Fe para que adornen a mi frase quizás mas original pero sé que con Fe no empieza. No tengo idea como empieza.
Lo que sé es la Fe empieza en uno o quizás es lo que hace que uno empieze, se mantenga, y sobre todas las cosas siga. Y cuando no puedo encontrar la Fe, la esperanza, las ganas, los sueños mas o menos tangibles en mí, me doy cuenta que no sé que dos primeras letras de una gran palabra empiezan con Fe pero sí sé que sin ella no puedo hacer mucho. Y a cada paso voy descubriendo que la Fe necesaria para empezar, para empezarnos o empezarme, viene de la amistad. Viene de las personas que nos quieren. Vienen de esos extraños, pero sin embargo tan parecidos a nosotros, seres en los cuales, de alguna que desconocemos, sembramos algo que hace que estemos presentes en sus vidas como si fuéramos parte de ellos. Lo somos. Nos ganamos ese lugar aunque a veces no sabemos cómo o en otras nos cuesta muchísimo creer que así fue.
Si bien no tengo hijos supongo que el orgullo de verlo crecer, verlo caminar, verlo hacer, verlo disfrutar sus logros, es un bien que nos queda para siempre. Supongo que esa forma que tienen de hacer algo es una caricia a sus padres sin saber que la dan. Esa es la escuela, ahí nace el dar sin saber que lo estamos haciendo. Y quizás esta sensación de no entender, y muchas veces no aceptar, que tenemos algo que provoca sentimientos buenos en los demás nace ahí. Esos son los primeros pasos de algo que, mal que nos pese, vamos a seguir haciendo por el resto de nuestras vidas.
Alguna vez será cuestión de devolver un poco de ese sentimiento de forma consciente. Alguna vez será el momento de hacernos bien pero que ellos lo sientan. Hacernos bien de forma consiente para que nuestra “felicidad”, cualquiera sean sus dos primeras letras, irradien en ellos un breve, simple y tranquilo: “siempre confié en vos, este momento tuyo no me sorprende. Me llena, pero no me sorprende. No sabía ni el cómo ni el cuándo pero sabía todo lo demás”.
Quizás estos son los momentos del “Alguna vez”, quizás llegó la hora de romper el chanchito y empezar a pagar nuestras propias deudas para compartir los beneficios con los demás. Con los que están, con los quedaron, con los que se fueron de golpe, y con los que terminamos echando a patadas por no ver lo que había que ver pero que su ida no sigue ayudando hoy a ser un poco mejor que ayer.

1 comentario

Anónimo dijo...

bueno, quisiera serla tonta número1...
Primero, porque siempre me encanto como escribís..
Segundo,porque quizás, me encontre a mi misma en este texto.
Tercero,para pedirte disculpas por los errores (o quizás horrores) pasados,por dejar de llamar algún día,por no preguntar como estabas... bueno, en fin, vos me entendes..
Y porultimo, por los lindos recuerdos de las miles de charlas que tuvimos :)

Lu_!