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Todo es Frágil

El tiempo libre siempre deja a mi cabeza dar dos vueltas más de las que da diariamente. Mucho más de lo recomendado. Y resultaba muy aventurado de mi parte esperar que estas vacaciones fueran la excepción. Claramente no lo fueron y acá estoy pensando mientras busco de forma desesperada el botón de off.
Hay lugares en las cuales uno no quiere estar. Yo no quiero estar. Pero nuestra presencia, la mía, resulta tristemente inevitable. Es más, ni siquiera pasa por estar en un lugar físico determinado. Diría que es un estado poco deseable. Es eso. Un estado en el cual no me abundan las ganas, o las fuerzas, o la valentía, para estar.
Y cuando digo que ‘no quiero estar’ no es porque sea un momento tan malo que nos llena de vacío. No. Casi que al contrario. El momento no es tan terrible y si bien lo que queda después es bastante feo y doloroso, a su vez resulta paradójicamente demasiado útil e impostergable. Tan útil que me asusta no tener la inteligencia para poder hacer algo con ello. No quiero dejarlo pasar pero a su vez no creo que pueda aprovecharlo. Al menos no como debería.
Hace un rato escuché una entrevista que le hicieron en Radio Mitre a Héctor Larrea. Él decía que se siente una persona frágil. Pero que sin embargo esta condición no le impidió hacer cosas en su vida. Logró trabajar de lo que gusta, ama a su trabajo, su mujer, sus hijas, sus nietos. Hizo lo que seguramente mucha gente no pudo o no se animó a hacer. Pero así y todo se considera frágil. Y explicaba que esa fragilidad hizo que sienta a flor de piel los problemas que todos tenemos en la vida. No se privó de intentar nada pero los momentos malos se le hicieron mucho más terribles y dolorosos.
Al escuchar esto me di cuenta, o confirme mis sospechas, que también soy una persona frágil. Como una copa de cristal pero más barato. Las veces que lo pensaba mecánicamente me miraba y decía que no. Que los frágiles no hacen cosas y que yo hice un montón en estos 32 años. Pero luego de escuchar esta definición de ‘un tipo frágil’ logré amigarme con la palabra y con el sentimiento de este estado. Soy una persona frágil porque los momentos malos me parecen terribles y superarlos me cuesta mucho más que la media. No lo veo como una descripción negativa en mí. Soy frágil pero eso no me impide buscar, intentar, hacer…
Y estos días, en algunos ratos, la fragilidad juega conmigo. Me cachetea. Me hacer saber que está presente. Incluso que grita que siempre lo va a estar. Pero entre líneas me hace entender que su aparición crónica no es solo para arruinarme los días muertos y las vacaciones sino para que de una vez por todas aprenda a controlarla un poco mejor. Me dice que siempre me va a doler. Siempre. Siempre la fragilidad de mi ser va a encontrar un tipo que sufre como una fatalidad algo que no debería serlo tanto. Y que a pesar de ello esa fragilidad me dará fuerzas para seguir intentando y tatuando en mi ser el “esto no puede ser todo…” y seguir.
Y sigo. Afortunadamente soy de los que siguen. Entonces seguí escuchando a Larrea y como pregunta final le consultaron cual fue el beso más significativo que recordaba. Y ahí me puse a pensar. A mi juego me llamaron. Me senté en el lugar de entrevistado y mi cabeza se puso a contestar sin mover los labios. Recordé que los más significativos fueron los besos del final. Los de las despedidas. No recuerdos besos puntuales de mi abuela, de mi mamá, de papá, de mi hermano, pero sí me acuerdo de uno casi robado. Según dicen son unos de los más lindos.
Fue al atardecer. O un rato antes, quizás como la película. De pronto me vi acompañando a alguien hasta la puerta de un edificio. Al llegar solo atinamos a darnos un beso en la mejilla y decirnos la promesa de “hablamos mañana”. Di media vuelta y me fui caminando a casa. Al llegar a la esquina respiré hondo y regresé sobre mis pasos. Te busqué y estabas en el mismo lugar donde te había dejado 20 metros atrás. Me viste. Me acerqué con pasos apurados, arrebatado, sin mucha movilidad de mi cuerpo, agarré tu cara con mis manos y di el beso más lindo que recuerdo. Creo que te dije que te quería aunque si no lo dije no importa. Te quería. Y me fui con el gusto de tu boca. Con el sabor de beso correspondido. Con la esperanza de “no todo está perdido, me quiere”. Y con muchas más cosquillas en el cuerpo que las que tenía antes. Creo que no sabía la marca que ese momento me iba a dejar pero sí sentí que había sido algo muy importante. Un momento del cual seguramente años después iba a recordar y escribir. Mi mala percepción me decía que era el comienzo de algo definitivo cuando en realidad fue uno de los capítulos finales de un libro escrito en algo más de 400 días. Quizás aun creía en el ‘para siempre’. Quizás aún no aprendí y lo sigo haciendo.
Y en esta tarde lluviosa de Mar del Plata un tipo al cual yo recordaba por el “plin plin plin” me llevo a sentir hasta físicamente el recuerdo de aquella tarde de diciembre. Me hizo sentir casi dos años después las mismas cosquillas de aquella vez. Le dio un motivo más, como si el gris de la ventana y este dolor de pie no fueran suficiente, a mi fragilidad.
Estas vacaciones van a traer cola. Espero que de las buenas. Como la de los barriletes que hacía de chico y remontaba en el campito frente a la casa de mi abuela en Punta Alta. Me refiero a que agarraba un pedazo de trapo sucio, de eso que ya estaban para tirar, y los ataba de las cañas del barrilete casero que hacíamos con mi vecino. Y de golpe, con la ayuda del viento, ese pedazo de trapo inservible, un trapo que ya había dado todo lo que tenia para dar, se convertía en una cola de barrilete imprescindible para que éste pueda volar. Era una buena cola. Muy buena. Y eso es lo que tengo hoy, la posibilidad, una vez más, de refundarme como aquel pedazo de trapo inservible. De refundarme las veces que sean necesarias. Con estas ganas y este deseo mi fragilidad pierde toda esperanza de subsistir y vive quizás sus últimos días. Esta nueva posibilidad, este nuevo “hacer” es la consecuencia de ese buscar, de ese intentar, que en estos últimos años me identifica más que el nuevo DNI que aun no fui a tramitar.

“Todo es frágil: Tu costumbre de amarme; mi fe; el silencio; y la vida que duerme en un vagón de tren. Tu contrato fugaz; la memoria; este hilo de voz; las quimeras que surcan estrechos; y este corazón que persigue tu rastro en la alfombra de la habitación. (…)

Yo soy frágil como un cristal: Si falta usted a esta cita mi amor; Si el canto de llena de olvido; Si el recuerdo se va y ya no ríe conmigo. Quizás no seamos héroes pero aun seguimos vivos. (…)

No se quedará inmóvil al borde del camino. Y hará futuro su fuerte fragilidad.”

Ismael Serrano.

3 comentarios

Anónimo dijo...

la verdad, q años ds d leer tu tonto alivio de escribir me sorprende cada vez mas.... Que haces conn tanto talento? dodne te has escondido
? pórque nos has privado de ese libro ramiro?
Cuidese! cariños
Lu_!

Lauchi dijo...

IM PRE SIO NAN TE!!!

Como siempre Amigo!! Hacia tiempo que no me daba vuelta por tu tonto alivio!

Te quiero!

"Ysech" dijo...

Es bueno cruzarse con estos textos, y por lo menos, una vez cada tanto, saber que uno no está espiritualmente tan solo.